La novelística de Teresa de la Parra no sólo deja escuchar lo personal de la vida de mujeres venezolanas del encierro doméstico de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Sino que, en su obra, también se evidencia su deseo de definir la identidad nacional del país al que pertenece, desde el mestizaje, la interculturación y la multicultaridad.
El artículo de hoy es sólo un breve bosquejo al respecto, con énfasis en el racismo criollo
La niña Ana Teresa del Rosario Parra Sanojo que nació en París en 1889 de madre y padre venezolanos, tiene su primer encuentro con Venezuela criolla en 1891, cuando después de regresar a Venezuela su familia se residencia en "Tazón" la plantación la caña de azúcar de su propiedad, cercana a la ciudad de Caracas. Iniciándose la niña Ana Teresa en el proceso de criollización.
Corta fue su permanencia en la hacienda, pero suficiente para llevársela en su memoria cuando después de la muerte del padre en 1898, su vida da un viraje que la conduce con su familia a España, donde pasa su segunda infancia.
Cuando regresa de España a Venezuela en 1909 comienza a gestarse la escritora. Una morada del Caribe venezolano abrió sus puertas a Teresa de la Parra en los años 20, y allí escribió su primera novela, que la convierte en escritora de fama:
"Yo tengo muy buenos recuerdos de Macuto. Allí escribí casi toda mi novela Ifigenia.
Me encerraba a escribir en una casita en ruina. Oía las conversaciones de la gente por la calle. Les intrigaba a algunos los motivos que me llevaban a encerrarme en aquella casa que parecía horrible y a mí me encantaba".
En 1923 Teresa de la Parra se va a París, donde establece amistad con escritores latinoamericanos y participa en salones literarios.
Es un momento en que existe un gran interés por lo estético y lo etnográfico, que hace que algunos escritores retornen a su memoria y a recuerdos de la niñez en busca de las raíces que se difuminan.
En la Navidad de 1933, tres años antes de su muerte, Teresa de la Parra le escribe una carta a su amigo Gonzalo Zaldumbide desde el sanatorio de Leysin donde está recluida, y evoca su infancia en la hacienda "Tazón":
"Hoy veo los distintos pasados de mi vida tan diversos y tan cerca unos de otros como los tablones de una hacienda de caña vistos desde arriba, desde la casa (...) Rilke dice que los recuerdos de juventud y de infancia son una mina inagotable para el escritor superior a todo lo que encierran los libros y demás medios de cultura ¿será cierto eso? A mí me ha hecho impresión esa idea".
En la memoria de Teresa de la Parra están vivos los recuerdos de su primera infancia transcurrida en la hacienda "Tazón"; recuerdos que ella misma admitió haber recreado en su novela Las Memorias de Mamá Blanca.
Develando lo no dicho
En la obra literaria de Teresa de la Parra nos percatamos de que existe en la escritora un deseo imperioso de definir y afirmar su identidad personal y la identidad nacional del país al que pertenece, desde el mestizaje, la interculturación y la multiculturalidad.
Por ello, nos dedicamos ahora a ir tras espacios que la escritora deja en blanco en Ifigenia (1924) y Memorias de Mamá Blanca (1929). Y allí, nos encontramos con el "otro país", debajo de algunas de las descripciones de sus novelas.
Con sutileza y tacto Teresa de la Parra refleja en su ficción literaria el drama de la criollización de la sociedad venezolana semi colonial de finales del siglo XIX, del país minoritario que detenta el poder y que no asume su mestizaje étnico-racial.
El conflicto aparece reflejado en su novelística como una sobrevaloración de lo blanco y su cultura por la clase dominante, y la desvalorización por parte de ésta de los otros grupos étnicos (negros, indígenas) y su cultura, lo que significa el no reconocimiento de la multiculturalidad en la configuración de la identidad individual y colectiva de la nación venezolana; así como también, una idea de "progreso" de tinte positivista basada en la racionalidad y valores de la clase dominante minoritaria, que se asume como raza blanca "sin mestizaje".
Preocupación constante de Teresa de la Parra que había dejado entrever en la carta que en 1928 dirige a su amigo Gonzalo Zaldumbide antes de la publicación de Las Memorias de Mamá Blanca:
"Dentro de algún tiempo me dedicaré a leer y estudiar todo lo popular y lo característico criollo y español no sólo en los libros sino en la vida y entonces tal vez se me desate la lengua, si leo además, a menudo esos autores que tienen el don de estimularnos".
Representación textual
Hurgando con nuestras manos en otras dimensiones de los textos de la escritora, nos vamos a encontrar que en espacios invisibles de la literalidad, la parodia, la ironía y el humor se encargan de desenmascarar la violencia cultural de relaciones de discriminación y de desigualdad.
En el discurso del tío Eduardo cuando le da la bienvenida al país a María Eugenia Alonso (la protagonista de Ifigenia), procedente de Europa, confluyen elementos que hacen alusión al ambiente caluroso del puerto de La Guaira, como al racismo del "blanco criollo":
"-Te vine a recibir así...ya ves...porque aquí no se puede andar sino vestido de blanco, ¡hace calor! Y desde ahora te advierto que La Guaira te va a hacer muy mal efecto.
Es horrible, unas calles angostísimas, mal empedradas, mucho, mucho calor, y...-añadió con misterio bajando la voz- ¡muchos negros! ¡Ah! ¡Es horrible!".
También en Ifigenia tío Pancho se encargará de abrir la cortina del racismo para mostrarnos a María Antonia, la esposa de su hermano Eduardo como una mulata atormentada por su origen étnico, que trasluce en su mirada: "Los ojos de María Antonia parecen estar hechos de lo que el vulgo llama envidia negra".
En Ifigenia, en un segmento, la protagonista María Eugenia Alonso es el espejo a través del cual la belleza de su amiga Mercedes Galindo es representada en el texto en todo su esplendor.
Pero sucede que la voz de María Eugeniaes acallada por la de la cultura dominante, que la escucharemos como réplica en la misma voz de María Eugenia Alonso. Mercedes es sometida al veredicto del "ideal del bello" de la clase dominante.
"Mercedes es muy linda, sí, Mercedes es preciosísima, pero yo soy todavía mucho más bonita que ella. No cabe duda soy más alta; más blanca; tengo más sedoso el pelo: tengo mejor boca y mejor forma de uñas".
Por otra parte, Vicente Cochocho (Memorias de Mamá Blanca), el criado de la familia, el personaje que Teresa de la Parra vincula a los poderes creadores de la naturaleza, pasa a convertirse para la cultura de la dominación en un subversivo, y la medicina del legado de sus ancestros, que éste practica, es objeto de persecución y hasta es prohibida por el amo Juan Manuel para imponerse él como "médico" y ejercer control sobre el cuerpo de sus servidores.
Exterminio desde la Colonia
Lo mismo hicieron los colonizadores europeos de los siglos XV y XVI que se encargaron del exterminar los conocimientos ancestrales acumulados por la población indígena de América; como igual sucedió con los conocimientos de la población negra africana sometida a la esclavitud en las plantaciones de caña de azúcar en el Caribe a partir del siglo entre los siglo XVI_XIX. La esclavitud negra opuso fiera resistencia y encontró los subterfugios para preservar el legado cultural de sus ancestros.
Teresa de la Parra en carta que en 1930 le dirige a su amigo Vicente Lecuna, le relata un descubrimiento que ella ha hecho en Cuba:
"He visto una procesión o cabildo Congo con bailes de diablito, el dios Changó, el crucifijo con sus velas y su incienso, y una cabeza de chivo sacrificado a Changó, con canto, tambor y música africana.
Nadie que pase por Cuba sospecha que existe esto. Si son "intelectuales" se van a los banquetes a beber pedantería y a escuchar falsos talentos".
Teresa de la Parra, posteriormente le escribe a Vicente Lecuna otra carta en 1931 en la que le dice que piensa escribirle a algunos amigos para que le envíen lo que haya sobre folklore venezolano: "tengo algo pero es muy poco y también me parece indispensable conocerlo lo mejor posible, pues el pueblo por su misma ignorancia de las cosas oficiales, conserva mucho la tradición y la trasmite sin esfuerzo".
Lamentablemente al poco tiempo se enfermó y la dolencia que le ocasionó la muerte en 1936 le impidió acometer esta tarea.
Una nueva historiografía
Teresa de la Parra no sólo va reflejar en sus novelas el malestar en la cultura de las mujeres de su época, sino que de igual manera va reflejar su mirada y lectura del acontecer cultural y social, surgiendo así una nueva historiografía de lo no contado en la voz de una de las silenciadas.
escrito por Teresa Sosa
domingo, 15 de agosto de 2010
Fuente: http://diariodelosandes.com/content/view/127628/
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