Nacimiento.
El 5 de octubre de 1889 nace en París, Francia, Ana Teresa
Parra Sanojo, escritora venezolana conocida por su seudónimo Teresa de la
Parra. Hija de padres Venezolanos residenciados en París, en un hogar de la más
rancia aristocracia caraqueña. Entre sus ascendientes se contaban Fanny de
Villiars y Aristeguieta y su famoso primo Simón Bolívar.
Deceso.
Ana Teresa viaja a Europa, donde inicia su segunda Novela
“Memorias de Mamá Blanca”, la cual publica en París en 1929. Ese mismo año
regresa a Venezuela pero su permanencia en el país fue corta debido a que
contrae Tuberculosis y regresa a Europa, donde se interna en un sanatorio en
Suiza. Poco antes de su muerte, Ana Teresa se traslada a Madrid para morir en
paz. Fallece en la capital española el 23 de abril de 1936.
Legado.
A los 15 años, compitió con alumnas de las Academias del
Sagrado Corazón de España sobre el tema de la Inmaculada Concepción y obtuvo el
primer premio. En 1918 conoció al poeta español Francisco Villaespesa, quien
había llegado a Caracas para estrenar su drama titulado Bolívar; amistad que le
dio alguna notoriedad a la joven escritora, quien además se destacaba ya por su
belleza, elegancia, ademanes finos y una discreta afición al champagne. El
entonces ministro de Educación, Felipe Guevara Rojas, se enamoró perdidamente
de ella pero no fue correspondido.
A comienzos de la década de los años 20 se retiró a su
hacienda de Macuto y empezó a escribir con pasión febril su primera novela.
Poco tiempo después publicó un fragmento bajo el título de "Diario de una
señorita que escribe, porque se fastidia", en la revista La Lectura
Semanal, por lo cual fue elogiada por el consagrado narrador José Rafael
Pocaterra. Se trataba de una literatura libre y sincera, tremendamente
femenina.
Al terminar la novela la envió a un concurso organizado por
una editorial franco-americana de París y meses después obtuvo el primer
premio. En 1924 apareció la primera edición de Ifigenia.
Este "libro-mujer", como lo denominó Arturo Uslar-Pietri,
critica las costumbres conventuales de su tiempo, la hipocresía social, la
entrega de la mujer a un novio adinerado escogido de antemano y la rígida
autoridad paterna. Todo ello disgustó a la sociedad caraqueña, a su cerrado
círculo literario y a su familia. No tardó en recibir la autora comentarios
mordaces y venenosos en la prensa de la época y en sentir los arañazos de la
envidia a través de maledicencias y de anónimos.
Sin embargo, esta obra tremendamente femenina y feminista,
donde se deja traslucir lo más entrañable del alma de su género, escrita en
lenguaje sutil con ritmo ágil y cadencioso, fue elogiada por Francis de
Miomandre, Miguel de Unamuno, Mariano Picón Salas y Gabriela Mistral, entre
otros. Esta última llamó a Teresa de la Parra "hermana en la literatura,
distinta de otras".
Teresa viajó en diversas ocasiones por Europa y América. En
París compartió tertulias con la Mistral frente a una tropa de cultos exiliados
latinoamericanos. Allí conoció a su gran amor: el poeta ecuatoriano Gonzalo
Zaldumbide, a quien Alfonso Reyes dedicó una vez la lectura de su Ifigenia
cruel. Pero el celebrado autor de Égloga trágica contrajo matrimonio al poco
tiempo con una acaudalada viuda española.
Desde temprana edad, Teresa de la Parra sufrió quebrantos de
salud debidos a una lesión en un pulmón. Esto la obligó en varias ocasiones a
internarse en sanatorios, tanto en su patria como en Europa.
Entre 1928 y 1930 estuvo varias veces en Cuba, una de ellas
con motivo del Séptimo Congreso de la Prensa Latina, celebrado en La Habana,
donde ofreció una charla magistral en el Lyceum de la capital cubana. Durante
su estancia en la isla visitó las provincias de Matanzas, Las Villas y Pinar
del Río; admiró el cultivo de cítricos en Isla de Pinos, paseó por Trinidad y se
bañó en el mar de Varadero. Le gustaba caminar por las calles de La Habana,
especialmente por la de Calzada en El Veda
De regreso a Venezuela pasó por Colombia donde dictó
conferencias en Bogotá, Tunja, Medellín y Cartagena. Colocó una rosa en la
Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, donde no pudo ocultar su
emoción cuando recibió de manos de la niña Margot Valdeblánquez Moreu un
anagrama de su autoría hecho con las letras de su nombre.
En 1929 publicó su segunda novela, Memorias de Mamá Blanca,
inspirada en las costumbres campesinas y acerca de una anciana que le deja su
fortuna a una niña de 12 años. Es una obra donde se reflexiona sobre la
fugacidad de la vida y en donde predominan los sentidos, los colores y los
recuerdos.
De nuevo en Europa sufre serias recaídas y es internada
sucesivamente en sanatorios de Suiza, Francia y España. Por esa época tiene la
idea de escribir una biografía novelada de Bolívar, la cual no llega a
concluir. En 1932 llega a Leysing, "la ciudad de los tísicos", donde
ingresa al sanatorio Grand-Hotel. De ahí pasa a la Casa Richemont de Vevey;
luego a Lausana, Suiza, y más tarde a Neuilly en París. Allí se entera de la
muerte del médico y espiritista colombiano Luis Zea Uribe, su amigo y
confidente, hecho que la sume en la más profunda depresión.
Después de unos viajes cortos por Barcelona y Francia, llega
al sanatorio de La Fuenfría en Madrid, cansada, deprimida y agotada. Escribe
torrencialmente anotaciones y reflexiones con destino a su diario personal,
quizás como una forma de defenderse contra la adversidad.
Fuente: Wikispaces
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