A Enrique Bernardo Núñez
París, noviembre 25
Al llegar a París recibí su carta, amable y gentil, que leí con verdadero placer; mucho me alegro de cuanto en ella me dice; y le doy las gracias por sus datos.
Espero que habrá visto ya en El Nuevo Tiempo el primer capítulo de mi nuevo librito que también remite al Universal.
Veo que la situación Ifigenia en Bogotá está «brava», vale decir muy divertida. Recibí, aunque muy tarde, un folleto, chabacano, pero graciosísimo; ¿quién es ese Carlos de Villena que trata a María Eugenia Alonso con una furia ingenua, como si ni por un segundo se tratase de una ficción? A pesar, repito, de la chabacanería, a mí me ha producido una sensación exquisita, es el comentario vivo y palpitante de nuestras ciudades pequeñas: María Eugenia Alonso viva pasa por la calle, Carlos de Villena detenido, en la esquina al mirar que se aleja la ataca esgrimiendo como energúmeno, naturalmente la moral; pero tal furia no es en el fondo sino la exasperación del deseo ante la mujer bonita, coqueta e inaccesible; en resumen es el homenaje más sincero y menos incómodo que puede recibir una mujer: imagínese usted la furia moralista de Carlos de Villena encauzada por su camino normal y vuelta furia de amor con declaraciones y reclamaciones; ¡qué fastidio para la paciente! A lo mejor Villena es un ungido cura o sacerdote, pero en todo caso es un Sátiro. De ser persona decente y de ser el folleto menos chabacano se prestaría a una respuesta divertidísima de parte de la propia María Eugenia Alonso. Yo que soy en la vida corriente la persona de la paz (me dejo engañar, maltratar o robar con tal de no oír, ni decir una palabra agria), soy muy pica-pleito; cuando se trata de escribir yo misma no me reconozco. Quizás de los pleitos sea la voz lo que me encoge y asusta. Al tener conocimiento del folleto, sin haberlo leído escribí a Arciniegas una carta que no me resolví a enviar, después desarmada por la chabacanería del escrito. Creo que voy siempre a remitírsela a fin de que la publique o no, según quien sea el autor del folleto.
He terminado ya con honra mis «memorias de mamá Blanca». Las he escrito con cariño y están materialmente muy de acuerdo con mi gusto actual por lo cual les profeso gran afecto. No creo que tengan el escrito de Ifigenia porque ni es propiamente una novela ni se presta a discusión. Veremos cuánto tardan ahora en editarla las tortugas de los editores. Si el libro gusta seguiré en la serie, puesto que termina la obra al cumplir «mamá Blanca» siete años.
Teresa
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