Imagen: Versión Maria Eugenia Parra
“La crisis por la que atraviesan las mujeres no se cura
predicando la sumisión”
A mediados de este año la joven escritora venezolana Teresa
de la Parra publicó Ifigenia. La novela busca resaltar la figura de la mujer que
trata de luchar en contra del machismo y el tradicionalismo en el siglo XX.
Teresa de la Parra, quien desde 1923 vive en Francia,
destacó aspectos importantes de su más reciente obra:
y la necesidad de modernización ¿Su crianza fue importante
para plantear esta dicotomía?
-Tanto mi madre como mi abuela pertenecían por su mentalidad
y sus costumbres a los restos de la vieja sociedad colonial de Caracas. Por lo
tanto mi segunda infancia y mi adolescencia se deslizaron en un ambiente
católico y severo. En Caracas me puse por primera vez en contacto con el mundo
y la sociedad. Observé el conflicto continuo que existía entre la nueva
mentalidad de mujeres jóvenes despiertas al modernismo por los viajes y las
lecturas, y la vida real que llevaban, encadenadas por prejuicios y costumbres
de otra época. Sólo en deseo, por la independencia de vida y de ideas, hasta
que llegaba el matrimonio que las hacía renunciar y las entregaba a la sumisión
acabando por convertirlas a las viejas ideas gracias a la maternidad. Este
continuo conflicto femenino con su final de renunciamiento me inspiró la idea
de mi primera novela Ifigenia.
¿Piensa ud. que su novela fue mal recibida en ciertos
sectores de la sociedad, y eso influyó en su actual exilio?
La crítica que encierra contra los hombres y ciertos
prejuicios hizo que en mi país la recibieran con algún mal humor. Algunos
círculos ultracatólicos de Venezuela y Colombia creyeron ver en ella un peligro
para las niñas jóvenes que la celebraban al verse retratadas en la heroína con
sus aspiraciones y sus cadenas. La novela fue atacada y defendida con gran
exaltación en diversas polémicas, cosa que contribuyó a su difusión.
¿Ud. se considera una feminista?
Mi feminismo es moderado, La crisis por la que atraviesan
hoy las mujeres no se cura predicando la sumisión. La vida actual no respeta
puertas cerradas. Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente limpia de
hipocresía, no se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al contrario, debe
ser libre ante sí misma, consciente de los peligros y de las responsabilidades,
útil a la sociedad, aunque no sea madre de familia, e independiente
pecuniariamente por su trabajo y su colaboración junto al hombre. París
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