Mon chéri: ya me fui de la casa de las Mercedes. Estamos ahora en casa de P. M. (o Papuyo) viejo, viudo, rico, pariente nuestro y tío de Conchita, quien se embarcó para Europa el 19 y en vista del retraso de nuestro viaje nos ha dejado su casa. En ella estamos desde anoche. Hoy (son las diez p. m.) Isabelita ausente, solita yo en el gran cuarto de matrimonio, triste y viuda de ti como si fuera tu viuda te escribo en la inmensa cama desierta. No quiero pintarte mi estado de ánimo porque siempre te digo lo mismo. Es hoy el primer día de Ayacucho. En este momento se celebra en el Teatro Municipal la gran fiesta literaria, con recepción de Díaz Rodríguez en la A. de la Historia. Hablan él, Laureano y Gil Fortoul. Me enviaron un palco para que asistiese, pero naturalmente he dicho que no por mi doble luto. Isabel se ha ido con sus amigas C. y M. M. es un flirt de X., pero como los dos se parecen mucho, cada uno no hace sino hablar de sí mismo y acaban siempre de pleito. Bien, ahora se encuentran: M. extasiada y X. luciéndose, no ante mí, merci bien, sino ante ella.
Como verás renuncio a la pluma, fuente que siempre está pidiendo tinta o prodigándola. Sé que te disgusta el lápiz, sin embargo, insisto hasta que lo aceptes. En mi opinión es la piedra angular de la literatura y el brazo derecho del amor. Tú no quieres comprenderlo así. Tant pis: en el fondo creo que debe evocarte los tiempos dulcísimos, perfumados de cebolla, pimienta, y ¡Dios sabe cuántas cosas más! de la cocinera de tu adolescencia. Me imagino que te escribiría: «Mique Rido gonsalo te hespero estanoche» con lápiz y papel de estraza y tú por asociación de ideas con tu ingratitud y tu inconsecuencia cobardísima de hombre detestas el lápiz. Yo no, yo lo adoro. Y es que en el fondo como no he probado más cocina que las muy exquisitas de la Tour d'Argent y el Chapon Fin, mi aristocrático Eversharp de oro (regalo de un pretendiente hace tres años) es un puente tendido sobre el mar. Lo que salga de él no tiene importancia: borradores, líneas irregulares, aspecto de escritura humilde y plebeya. ¡Qué importa!
Yo lo adoro porque es complaciente, porque me acompaña y se acuesta sobre mis rodillas y juguetea en ellas, y se adormece a ratos, amigo de la cama, el diván, los cojines y las siestas como los perritos falderos queridos y mimadísimos a quienes todo se les permite.
Adiós, o buenas noches que ya tengo sueño. Siento como si quisieras besarme los ojos y los cierro para soñar contigo.
Van dos retratos hechos no sé dónde que estaban en una de las películas por revelar de la máquina de I.
Teresa
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