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sábado, 28 de noviembre de 2015

Teresa de la Parra: una olvidada entre los libros



“El 23 de abril es un día simbólico para la literatura mundial ya que ese día en 1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. La fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes como Maurice Druon, Haldor K.Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo”. Así reza la introducción del mensaje de la Sra. Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, que se celebra en todos los países miembros de la UNESCO desde el año 1995.

La verdad es que son muchos los escritores que nacieron o fallecieron un 23 de abril, pero siempre me ha llamado la atención que -a razón de esta importante celebración cultural- de alguna manera se ignore un nombre, que en el mundo de la literatura hispanoamericana tuvo un papel más que destacado: les estoy hablando de Teresa de la Parra. Es por ello que, en el marco de la celebración del Día Internacional del Libro, del Idioma y del Derecho de Autor, quisiera dedicarle unas líneas a esta importante escritora venezolana.

Ana Teresa Parra Sanojo nace en París, Francia, un 05 de octubre del año 1889 y aunque gran parte de su corta vida transcurrió en el extranjero, el legado de su obra demuestra que siempre sintió a Venezuela como su tierra amada.

Pocos años de su infancia los pasó en la patria de Bolívar, con el cual, por cierto, guardaba cierto grado de consanguinidad, ya que su tatarabuela (Teresa Jerez de Aristeguieta) era prima de El Libertador y a su vez madre del general Carlos Soublette. Entre los 2 y los 11 años vivió muy cerca de Caracas, en la hacienda El Tazón, y es probable que en estos años se forjara un lazo indisoluble con Venezuela, de donde se marcharía rumbo a España por la repentina muerte de su padre. Entre España y Francia se forjaría su educación y, por supuesto, su pasión por la literatura.

La obra de Ana Teresa Parra Sanojo comienza a hacerse pública a la edad de 26 años cuando sus primeros cuentos, de corte fantásticos, son publicados en algunas afamadas revistas parisinas, tales como Paris Time, Revue de L'Amérique Latine, entre otras. A raíz de tales publicaciones, diarios como El Universal y la revista Lectura Semanal se interesan por su obra y es así como comienza a publicar algunos de sus cuentos bajo el seudónimo de “Fru-Fru”. Entre éstos destacan Un evangelio indio: Buda y la leprosa y Flor de loto: una leyenda japonesa. Así mismo, se hacen públicos los cuentos fantásticos El ermitaño del reloj, El genio del pesacartas y La historia de la señorita grano de polvo, además de La bailarina del sol.

Lo anterior ocurrió entre los años 1915 y 1920. La mesa estaba servida para que Teresa de la Parra escribiera su obra Maestra: Ifigenia.

Ifigenia es considerada la primera gran novela venezolana, marcando así la madurez del género en las letras del país. Tiene, como contexto internacional, el fin de la Primera Guerra Mundial y es escrita como si fuera una especie de diario personal. Fue su primera obra publicada con el seudónimo de “Teresa de la Parra”, y trata, a grandes rasgos, el drama de la mujer frente a una sociedad que no le permite expresar sus ideas ni elegir su destino. Por esta obra, justamente, Ana Teresa Parra conquistó el primer lugar en un concurso literario en París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa, y se convierte en una de las escritoras más importantes de Latinoamérica.

Otra de sus más grandes obras, considerada un clásico de la literatura hispanoamericana, es Memorias de Mama Blanca, con la cual aborda el tema de la memoria, de la saga familiar, e ilustra el ambiente de su niñez, mostrando personajes y costumbres de la época, todo a través de una jovial anciana que cuenta sus travesuras infantiles.

La vida y obra de Teresa de la Parra son dignas de ser mencionadas a la hora de hablar de los autores que dan pie a la celebración del Día del Libro, del Idioma y del Derecho de Autor, sobre todo por lo que representó esta venezolana para la historia de la literatura hispanoamericana, cuando los hombres eran quienes dominaban, de alguna manera, esta disciplina intelectual. Tal vez la historia de Ifigenia continúa vigente en un mundo que todavía no reconoce, a carta cabal, el papel de la mujer en ciertas labores que históricamente han estado dominadas por los hombres. Es por ello que hoy queremos recordar a Ana Teresa Parra Sanojo, una olvidada entre los libros.

Por Américo Alvarado P



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