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sábado, 5 de octubre de 2013

Carta de Teresa de la Parra a Gonzalo Zaldumbide, San Juan de Luz, agosto 1924




A Gonzalo Zaldumbide
Hoy a las once y media
San Juan de Luz. Agosto 1924

Querido Gonzalo: como al llegar aquí esta tarde recibí tu carta, ahora, sin poder leer ya más, porque el Seducteur tiene el don de ponerme a llorar dulzura y de nostalgia, desvelada como estoy, resuelvo contestar tu carta, no al pliego de adentro, sino a la impresión del sobre entre mis manos.

Te escribo con lápiz aunque me hayas dado tu pluma de oro. Quisiera hacerte sentir este momento mío tan hondo y tan lleno de regrets. Me dijiste el otro día que era incapaz de sentir ternura, y desde la muerte de mi pobre Emilia que era para mí todo un mar de cariño no hago sino pedir limosna de ternura y en estas horas de la noche, en mi cama, tan inhospitalaria, busco los mendrugos recogidos y se me vuelven todos, todos esos regrets de que te hablo que se me suben a los ojos y me ruedan por las mejillas. ¿Pero, qué te importa a ti nada de esto? Leerás estas palabras con tu mirada ausente hundida en su más allá, y no las comprenderás, dirás tal vez como Hamilcar: «escribe signos que no tienen sentido». Bien, entretanto sigo yo con mis regrets a cuestas y tan, tan solita dentro de mi alma. Tú no estás en ella, te puse en una silla para que te sentaras y hace ya varios días que ni siquiera la silla veo. Siento el más profundo desprecio por esa cosa que llaman amor, que es brutal y salvaje como los toros del domingo, con los pobres caballos destrozados. No quiero sino ternura, eso que tú crees que yo no conozco y en lo cual soy maestra especialista imposible de equivocarse ni engañar.

Isabelita y María se fueron a Pérgola, Mamá duerme y yo pienso sin cesar en esta historia nuestra que no comprendo todavía. Tengo en general como diría María, miedo a ti y horror a los demás hombres, ¡ah si supieras quererme con alma de mujer! Me bastaría con el alma y prescindiría del cuerpo. No te rías ni pienses en el cuento de la petite différence, porque una cosa y otra serían muy contrarias a mi estado de alma desencantada y triste, ¡triste! ¡triste!

Estoy furiosa con la Compañía Trasatlántica y tengo en general como volvería a decir María, unas ganas infinitas de morirme... se alegraría muchísimo y tú no te molestarías siquiera en ponerme este epitafio: «cantó mientras esperaba»... ¡Ya tenemos aquí quince días! Bonsoir, 

Gonzalo, duerme bastante, y recuérdate mañana con tu agua de rosa ¿tendrás quizás algunos dedos que te la pasen sobre los ojos?

¡Quién sabe!

Teresa

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