...Su alma desconocía el odio. Siendo casi del mundo de los vegetales, aceptaba sin quejarse, las inquinidades de los hombres y las injusticias de la naturaleza. Hundido en acequia o adherido a las lajas, zahiriendolo o no, seguía como buen vegetal dando impasible sus frutas y flores.
..."Mamá tenía razón: debemos alojar los recuerdos en nosotros mismos sin volver nunca a posarlos imprudentes sobre las cosas y seres que van variando con el rodar de la vida. Los recuerdos no cambian es Ley de todo lo existente. Si nuestros muertos, los más íntimos, los más adorados, volviesen a nosotros después de muchos años de ausencia y arrasados los árboles viejos hallasen en nuestras almas jardines a la Inglesa y tapias de mampostería, es decir, otros afectos, otros gustos, otros intereses, doloridos nos contemplarían un instante y discretos, enjugándose las lágrimas, volverían a acostarse en sus sepulcros."
¿No han ojeado ustedes nunca, al azar un diccionario? Se lo recomiendo. No hay nada más grato ni más reposante para el espíritu.
"Tanto mi madre como mi abuela pertenecían por su mentalidad y sus costumbres a los restos de la vieja sociedad colonial de Caracas"
Podría decirte muy severamente: "Vete y no peques más", si no fuese porque juzgo imprudente anatemizar el pecado con demasiada violencia. Proscrito del mundo, su absoluta ausencia podría dejar tras él una aridez de desierto, pues, ¿qué valdría ya la vida sin la gracia del perdón y la indulgencia?
Rumiante insaciable de las cartas, instantes de banquete, me pregunto asombrada qué fenómeno inesperado es este fenómeno fisiológico de la fidelidad. Viene de la misma fuente, quizás de donde brota el amor maternal porque es irrazonable animal, bastante estúpido y es el resultado de caricias, huellas de beso. Te repito, ¡no lo comprendo!
A ti, dulce ausente, a cuya sombra propicia floreció poco a poco este libro. A aquella luz clarísima de tus ojos que para el caminar de la escritura lo alumbraron siempre de esperanza, y también a la paz blanca y fría de tus dos manos cruzadas que no habrán de hojearlo nunca, lo dedico.
Mamá perseverante y evangelizadora, seguía prodigando sobre Vicente sus quejumbrosas amonestaciones, mientras el tiempito se prolongaba indefinidamente a través de todas las cosechas de café...
"Tanto mi madre como mi abuela pertenecían por su mentalidad y sus costumbres a los restos de la vieja sociedad colonial de Caracas"
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